Entrevistas, Música

Falete: «La música no tiene espacio para las medias tintas»

Publicado originalmente en Valenciaplaza.com

La televisión ha conseguido que la historia de Falete (Rafael Ojeda Rojas) parezca fácil de encasillar, siendo su figura una de las más controvertidas para un género musical lleno de incertezas: la copla. De este tipo de canción, basada en la pasión del intérprete y las letras -tan efectiva en los tablaos flamencos que cada vez son menos promocionados por las guías turísticas oficiales, pese a que sigan funcionando especialmente en ciudades como Madrid o Sevilla- parecía haberse cubierto un manto de desconexión generacional. Sin embargo, por el camino de los renovadores, en una carrera en la que hay más similitudes con las figuras de Bambino y Rocío Jurado que con las de las tonadilleras del couché, este artista ha ido ganándose el favor del público por las vías de la interpretación y la comunicación de masas.

Hijo de artistas (su padre fue fundador y miembro destacado de los Cantores de Hispalis) a los 17 años pasó a formar parte de la compañía de la ChungaPaco Ortega estiró su carrera durante los siguientes años dentro de un recopilatorio de ‘Novísimos’ de la copla y para cuando su nombre compartía cartel en ocasiones con las grandes figuras de este circuito, la directora japonesa de teatro Yoko Komatsubara le fichó para diferentes obras puestas en escena en Tokio. Pasado, presente y… o Carmen fueron algunas de estas representaciones, actuando con Danzas de España por algunas de las principales capitales del mundo.

Desde 2004 inicia su carrera en solitario, como intérprete, grabando versiones y canciones de compositores a los que elige. Con el buen cartel de una carrera que había crecido por la parte más internacional y pura del oficio, los grandes escenarios y el impacto del flamenco en las culturas orientales, Falete decidió renovar la copla, aunque asegura que estos cinco discos tan distantes entre sí «no forman parte de una estrategia». Con el formato íntimo ‘Mi cante y un piano’ actúa por primera vez en la ciudad de Valencia, este viernes a las 21 horas en el Ateneo Mercantil.

-Renovar la copla. ¿Estrategia o premeditación?
-No, no. Estrategia ninguna. Premeditación sí, toda la del mundo. A mí me gusta meditar sobre mí profesión. El artista está obligado a renovarse; renovarse o morir y las medias tintas no me gustan, no hay espacio para ellas. Por eso decido grabar recientemente [2012] Sin Censura (EMI Music).

-Los géneros que abordas están precisamente habituados por artistas que juegan a ser ‘medias tintas’.
-Respeto mucho a todo el que se sube a un escenario, a todo el que hace música, la haga en la forma que la haga. Eso sí, en la música hay artistas y obreros del arte. Todo el mundo tiene derecho a vivir y todo el mundo tiene derecho a hacer lo que le de la gana. Y el público es el juez más sabio. Mientras el público diga sí, adelante cada cual con su creatividad.

-¿Y cómo puede distinguir el público entre el artista y el ‘obrero’?
-El obrero tiene caducidad, por eso las medias tintas no sirven. El artista es eterno. Y un artista no es una voz, ni un vestuario, ni una buena decoración, ni una producción musical de primera… un artista es el conjunto de todas esas cosas y muchas otras en su justa medida.

-Siempre que hablamos de música española y renovación hay un referente común que sirve para plantear la siguiente cuestión: Camarón. Para poder darle la vuelta a los géneros más puros, es necesario conocerlos vastamente. Por cierto, algo de lo que adolece la película sobre su figura, pero que aparece en cualquiera de sus biografías. ¿Es tu caso? ¿Le dedicas mucho tiempo a esa investigación?
-Por supuesto. Los principios que un artista tiene deben estar muy claros y deben de ser ciertos. El artista debe demostrar respeto y conocimiento por la historia de su música. Y a partir de ahí, debes ir buscando… pero, la verdad, no supone ningún sobreesfuerzo. La chispa llega sola cuando vas escuchando y se te van ocurriendo nuevas ideas. Conocer la historia también te ayuda a no perder tu esencia, porque evolucione hacia donde evolucione sigue sonando a Falete. Esa es la clave.

-Pese a que integres baladas, rancheras, canción melódica… ¿no te sorprende que el concepto Falete siga funcionando con ramas tan dispares?
-¡Pero si yo soy el primer sorprendido! Lo que hago cuando entro en un nuevo estilo musical es masticarlo y digerirlo para el espectador. Y si lo hago bien, les transmito lo rico que está [risas]. Pero sí, me enfrento a un estilo como el bolero, que es suavecito y que debería chocar con mi temperamento, pero al final me dejo llevar y lo hago mío.

-También con un piano como único apoyo musical sobre el escenario.
-Hace dos años el maestro [pianista] Alejandro Cruz me propuso llevar adelante el espectáculo ‘Mi cante y un piano’ (el que presenta en Valencia) y le dije: no va a funcionar. Me preguntó por qué y le dije, «porque yo no soy Janette».

-¿Y cuándo sucedió el clic para que aceptaras el envite?
-Sucedió cuando ya estábamos en marcha. Era un recital en Osuna, en mi tierra [Sevilla], y empecé cantando una versión de Inocente pobre amigo, de Juan Gabriel. Cuando acabé fue tal la ovación que me dio el público que me di cuenta de que funcionaba y de que el maestro tenía razón. Y eso que en el escenario había un telón negro, una mesita y poco más.

-Para sacar ese carácter temperamental con el que muchos te definen, ¿dejas que entre especialmente tu vida personal a la hora de interpretar?
-Bueno, todo lo que vives tiene mucho que ver en lo que haces. Pero cuando ejecuto no estoy precisamente recordando a alguien o a algo. No estoy pensando en una etapa de mi vida… es cierto, que de los errores se aprende. Tenemos pros y contras, y al final no podemos ocultar quién somos.

-Temperamento, pasión… cuando la copla alcanza el estadio televisivo esto se combina con el playback y resulta bastante frustrante para cualquier espectador.
-Lo he pasado muy mal cuando me ha tocado hacerlo, porque no sé hacer playback. Apenas ha sucedido, pero lo paso fatal. Cualquiera que me haya visto en más de un concierto sabe que nunca canto una canción de la misma forma, así que es fácil entender que lo llevo fatal. Soy pésimo.

-Podemos decir que, dentro de todo lo que haces como intérprete, es tu punto flaco.
-Anoréxico, diría yo [risas].

-A priori, te queda un disco más con el mismo grupo de producción y EMI Music (ahora Warner), y teóricamente por el mismo camino que Sin Censura.
-En principio es así, pero no sé lo que voy a cantar. En este momento no sé si volveré a los orígenes, a cantar versiones y canciones del maestro Víctor Daniel, pero tengo ganas de hacer un disco distinto nuevamente. Veremos en qué queda la cosa, porque el artista tiene que hacer lo que sienta en cada momento. El arte tiene su parte de negocio, pero el artista manda.

-Tus seguidores se sorprenderían si supieras que escuchas…
-Música clásica. Me gusta tenerla de fondo, sobre todo cuando tengo una cena en casa íntima o con amigos. Pongo un CD en el salón y me gusta mucho poder estar escuchándola de fondo. Pero también me atrae y escucho mucha música hindú, por ejemplo, que tiene unas raíces que conectan con nuestro folclore.

-Viendo tu deriva hacia la renovación… ¿descartas que ese tipo de música se cuele en un futuro en tus grabaciones?
-Para nada, está muy vinculada y me gusta especialmente.