Cómic, Reportajes

Un film celebra los 100 años del tebeo valenciano

Publicado originalmente en Culurplaza.com

En un siglo de tebeos, los héroes de papel valencianos se han comido el protagonismo de sus dibujantes. La principal aportación de la ciudad al mundo del cómic, las historietas y los ‘cuadernos de aventuras’ han sido precisamente sus editores y dibujantes. De la producción y éxito nacional de series como Roberto Alcázar y Pedrín o El Guerrero del Antifaz (Editorial Valenciana) a Pequeño Pantera Negra (Maga)pasando por mantener a un dibujante titular en Marvel (Salvador Larroca) y, finalmente, nombrar hijo predilecto de la ciudad a uno de los autores internacionales de novela gráfica más vendidos del mundo (Paco Roca).

Aun así, la mayoría de ellos son hombres anónimos. Anónimos, por cierto, casi sin excepción hasta la última década. Pero todo empezó de una forma más prosaica; religiosa, de hecho. Las estampitas de santos lanzadas en las procesiones iniciaron la inquietud por la lectura vinculada a las imágenes. Eran historias de un solo impacto, acompañadas de un texto breve. La explosión del número de imprentas en Valencia y en ciudades próximas como Xàtiva extendió la atención por estos grabados grabados  y Aucas.

Justo en la acera encontraba se empezaban a generar otras historias que vinculaban el dibujo con el texto, como las de La Traca, la revista satírica de Vicente Carceller que marcó la pauta a finales de siglo XIX y explotó durante los inicios del siglo XX. Tal fue su vigencia que, durante las primeras décadas del pasado siglo fue la revista satírica más vendida «y creó escuela». Quien lo apunta es Quico Díaz, director de arte en cine y teatro, pero sobre todo fan del cómic y ahora director del documental Héroes del Tebeo Valenciano. La película se estrena el miércoles a las 11 horas en la Sala Luis García Berlanga de la Filmoteca de Valencia.

Las Provincias se inicia con algunas de esas historietas en el suplemento Gente Menuda, pero es El Mercantil Valenciano el que consigue el primer gran éxito de las tiras infantiles como Colilla y su pato banderilla (Juan Pérez del Muro). «Colocaron hasta a una persona disfrazada de ‘Colilla’ en la puerta de la Lonja, vendiendo los tebeos», apunta Díaz. El documental parte desde este punto y cuenta como los editores como Carceller, que también sostuvo otras publicaciones como Clarín, o Méndez Álvarez lideraron la edición de revistas satíricas hasta que la Guerra Civil acabó con ellos. En sus casos, literalmente, ya que fueron fusilados.

Pero el tebeo valenciano había hundido profundamente sus raíces y la gente, con la explosión de la alfabetización en las ciudades, había encontrado en los ‘cuadernos de aventura’ un refugio de ocio. Pintores como Enrique Pertegás, dinamizaban la industria y , nada más acabar la Guerra Civil, en plena carestía de papel, Editorial Valenciana se las ingenió para conseguir una cantidad lo suficientemente grande como para poner en el mercado nacional las historias de Roberto Alcázar y Pedrín, un hito de los años cuarenta.

«Los cuarenta y los cincuenta fueron seguramente la etapa de esplendor del tebeo valenciano en el sentido de la edición y la producción. Éramos un referente a nivel nacional, con algunas de las historias más populares en España, como las que llegarían poco más tarde con Pumby Jaimito«, añade Díaz. Estos dos últimos títulos son responsabilidad de Juan Puerto y Soriano Izquierdo (como director artístico de las publicaciones), que contaron con numerosos dibujantes de humor valencianos. Más tarde, Manuel Gago, que trabajó en Editorial Valenciana, encumbraría títulos a partir de su propio sello, Maga, como El Club de los Cinco (Manuel Gago), o Pacho Dinamita (Miguel Quesada), Tony y Anita (Miguel Quesada).

Le hegemonía de Editorial Valenciana y Maga, compartida con la barcelonesa Bruguera, fue acusando el paso del tiempo: «les costó adaptarse. No vieron el tirón de la ciencia ficción, de otro tipo de público que iba demandando otro tipo de narraciones. La sociedad cambiaba, la televisión se convirtió en un fenómeno de masas, y por si fuera poco las grandes editoriales, las valencianas y Bruguera, se enfrentaron a sus dibujantes por los derechos de sus originales». Lo que apunta Díaz fueron los juicios que solo ganó José Sanchis, el autor de Pumby, o incluso el propio Gago que perdió los derechos del Guerrero del Antifaz, de cuando trabajaba en Editorial Valenciana. «Hoy en día, finalmente, los derechos son de los familiares y autores», añade Díaz.

Con las principales editoriales valencianas fuera de juego, los dibujantes no hicieron más que seguir apareciendo. «La evolución del tebeo valenciano es similar a la de España. De hecho, reconozco ahora analogías con los autores españoles que se vuelcan en el mercado exterior para poder desarrollar su vocación». Díaz recuerda casos como el de la producción de José Ortiz para revistas como CreepyEerie o Vampirella, en los años 70 y 80, o el fichaje posterior de Salvador Larroca por Marvel, para ser uno de los dibujantes titulares del guionista Chris Claremont.

«En el documenta, Larroca cuenta como, tras un Salón Internacional del Cómic de Barcelona, ambos se bajaron a Valencia. Claremont le dijo que estaba harto de rascacielos y un número de Xtreme X-Men incluye escenas en la Plaza del Ayuntamiento o del Carmen», apunta Díaz. Así lo cuenta, en primera persona Larroca, reflejo de algo extensible al resto de nombres que actualmente sigue produciendo a nivel nacional e internacional: «son gente anónima, que pasa totalmente desapercibida por la calle, pero sobre todo humilde, accesible, muy humana».

-Históricamente, ¿crees que los dibujantes de tebeos valencianos se han refugiado en ese anonimato para crear con cierta independencia?
-«Creo que sí. Les ha gustado siempre ese papel, aunque no dejan de tener su amor propio. Por ejemplo, Rafael Boluda, me contaba que se emocionaba al ver su firma («R. Boluda») en el quiosco. No deja de ser el culmen de su trabajo y del sentido de su vida».

Sento Llobell, Sergio Bleda o Paco Roca son, junto a Larroca, puntales de una generación que exporta eminentemente su talento: «es increíble, pero las novelas gráficas de Paco Roca se editan antes en Francia que en España, porque allí es un referente dentro de las librerías». El documental llega a la orilla con Tenderete, la feria valenciana de autoedición gráfica y sonora, con las transgresiones al entorno digital y una fotografía del escenario: muchos dibujantes, valorados nacional e internacionalmente, generando en el underground intelectual valenciano un poso memorable a través de fanzines y soportes fuera de mercado.

Díaz es miembro de la Asociación Valenciana del Cómic, especialmente activa en los últimos años y empeñada en dar a conocer el trabajo de todas estas generaciones de dibujantes, así como de un grupo de trabajo con el teórico y divulgador Ricardo Guillamón. De la misma, Carlos Ciurana ha sido parte importante como ayudante de producción en el documental y ayudante del divulgador en los estudios. El enfoque de este trabajo, abierto al público aficionado al cómico como al público en general, está muy presente en el documental y en las Jornadas de Cómic de Valencia, que se espera vuelvan a celebrarse esta próxima primavera por cuarta ocasión.