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Paula Bonet: «Los dibujos con una maraña de hilos y mofletes rojos ya no me interesan»

Publicado originalmente en Culturplaza.com

Hace poco más de 10 años Daniel Gascó abrió el videoclub Stromboli en el número 17 de la calle Centelles. Su llegada al valenciano barrio de Ruzafa supuso una explosión de cine de alta calidad para sus vecinos, entre los que se encontraba Paula Bonet. La pintora, que atiende a ValenciaPlaza.com desde su estudio ubicado ya hace algunos años en Barcelona, reconoce su influencia con títulos y géneros diversos. Con la llegada del establecimiento exploró aún más en la nouvelle vague, conoció a Patrice Leconte y, desarrolló algo que más que una admiración por François Truffaut.

La vida y la obra del director de Los 400 golpesJules y Jim o La mujer de al lado es el eje de 813, el segundo libro de la artista castellonense. Un homenaje divulgativo para entender como ambos, a unas décadas de distancia, han encontrado un torrente de conexión con el público a partir de ámbitos de trabajo como el retrato o la intimidad.

El encargo de este título para la editorial La Galera llegó a la vez que el de Lunwerg con quien publicó Qué hacer cuando en la pantalla aparece THE END. Este volumen, lanzado en 2013, ha alcanzado su cuarta edición (en torno a 20.000 ejemplares vendidos), ha aumentado la proyección internacional de la artista y ha supuesto un número de ventas que, según la autora, ha elevado «todavía más» su autoexigencia.

Por ello, 813 ha supuesto un doble reto para ella: el primero, servir de bisagra entre generaciones para embajar la sensibilidad del genio cinematográfico; el segundo, consolidar su actividad con un trabajo de largo de recorrido, que evoluciona y evita los fantasmas de las etiquetas que acompañan a toda carrera lanzada al escenario internacional en tan poco tiempo.

El resultado es el de haber entendido la importancia de una segunda obra de peso como un trampolín para mostrar esa evolución afortunadamente inevitable. Nuevas/viejas técnicas, soluciones aparentemente en proceso, pero mucho más decididas, y el logro de publicar un trabajo tan personal en torno a un tótem del cine y salir indemne ante sus fanáticos. El libro es mucho más que una invitación al mundo de Truffaut, goza de un relato interno inteligente, dinámico y, sobre todo, estira las inquietudes en la obra de Bonet que parece únicamente haber iniciado una carrera de muy largo recorrido.

813 tiene un sentido divulgativo de la obra de Truffaut. ¿Has sentido vértigo al asumir ese papel de embajadora de su cine para una parte de tus seguidores que la desconoce?
-Cuando recibí la propuesta de La Galera tuve muy en cuenta que tenía que hacer algo que me interesase lo suficiente como para dedicarle tanto tiempo. Soy obsesiva con el trabajo y especialmente lo soy con las cosas que me interesan. Partiendo de eso, tampoco lo veía como algo tan atrevido, sino como un homenaje a una figura de la que he aprendido mucho y a la que tenía ganas de dedicarle todo este tiempo.

-Precisamente, viendo la bibliografía y atravesando el libro, se aprecia un ejercicio de contención importante a la hora de evitar spoilers, destripar tramas o, sencillamente, posicionarte.
-He tenido que recortar muchísimo todo lo que creía que debía contar de inicio. Para empezar, con las 184 páginas que tiene el libro. La elección de las películas a desarrollar también ha ayudado a acotar, porque quería acercarme a algunas en especial, pero de una manera distinta. No pretendía hacer un análisis crítico, sino aportar contexto y situación personal de Truffaut, ideas del rodaje y destacar lo que pensaba que era importante en cada caso.

-Una bibliografía vasta. ¿Qué libro recomendarías para aproximarse a Truffaut de los que has utilizado en tu investigación?
-Seguramente, François Truffaut de Plot Ediciones (Madrid, 2006) escrito por Antoine Baecque y Serge Toubiana. Pero también el de Arturo Barcenilla, Truffaut/Paris (T&B Editores, Madrid, 2004). Es difícil para mí entender ahora la publicación de 813 sin contar con este libro acerca de las localizaciones en las que rodó, en las que vivió. Durante cuatro años Arturo hizo un trabajo impecable aproximándose a una realidad que a mí me ha servido para poder captar de una forma mucho más consciente esos lugares y entender, por ejemplo, por qué alquilaba una habitación en un hotel aparentemente lúgubre de París.

-De hecho has podido viajar a París para investigar acerca de esas localizaciones y de la mano del propio Barcenilla. Un espacio de tiempo y recursos que no te habías tomado antes para otro trabajo. ¿Has llegado a tener miedo a que se te fuera de las manos la propia investigación, los plazos?
-Sí. Lo cierto es que he retrasado la entrega hasta cuatro veces. Me preocupé porque pensaba que al final acabaría teniendo problemas con la editorial. Me encargaron los dos libros a la vez [en referencia a Qué hacer cuando…] y decidimos que este fuera después. Pero el impacto de venta, promoción y presentaciones fue inesperado para todos. Para la editorial, pero por supuesto para mí. Lo que iban a ser dos meses de promoción se convirtió en un año. Y lo que es más importante: tome consciencia de a cuánta gente estaba llegando el libro. De esa forma, mi carácter para exigirme cada vez más con lo que publico me llevó a tomarme todo este tiempo de trabajo… si algo sale del estudio, es porque puede ser publicado.

-La sensación es que el pasado 2014 ha sido un año de vértigo para ti.
-Ha sido un año en el que me han pasado cosas buenísimas, pero mientras sucedían era consciente de que no las podía disfrutar. En ese sentido, era horrible. Por eso intento centrarme cada día más en hacer proyectos que me hagan conectar de forma personal muchísimo, a menudo son trabajos teatrales, cinematográficos, musicales… hace casi un año que no hago trabajos para particulares.

-Venga de donde venga el encargo, ¿sientes cierta presión cuando los ‘clientes’ esperan de ti el ‘sello Paula Bonet’? ¿Cómo lo afrontas?
-Por un lado sí lo siento y por otro, la realidad, es que no tengo ese problema. Los dibujos con una maraña de hilos y mofletes rojos ya no me interesan. No es lo que hago y se puede ver en 813. La idea es no repetir las fórmulas y no hacer otra vez el mismo libro, por eso este no tiene nada que ver con el anterior.

-En 813 hay un tipo de ilustración más cortante, más decidida.
-Necesito hacer un tipo de ilustración más dura, explicarme a mí misma de otra manera. El éxito con cada proyecto es poder ser fiel a mí. Si al ‘cliente’ no le interesa, pues lo siento. Tengo mucha suerte de poder dedicarme a dibujar y de disfrutar con mis trabajos.

-Por cierto, es un volumen sobre un icono del cine francés y la novela gráfica -de la que tiene mucho- es toda una industria en Francia. ¿Habéis planeado su traducción y promoción allí?
-No se había planeado de partida, pero lo cierto es que ya se están moviendo para poder promocionarlo allí. De hecho, y es una casualidad total, es el 30 aniversario de su muerte la Cinémathèque Française está haciendo una revisión. Haremos una presentación, seguro. Además, cuando estuve a principios de año en París aproveché para estudiar un poco de francés que vendrá bien para todos estos planes.

-Para ti, traducir a otro idioma supone una reescritura de todo el libro, ya que es un ejercicio de lettering. Es un proceso laborioso en el que además pasas de nuevo por tus textos, releyéndote. ¿Cómo lo afrontas?
-Es mucho más que una traducción. Si sucede, es una ilusión enorme, igual que si hubiera que adaptarlo al inglés, pero desde luego va a suponer semanas de trabajo…

-En las pinturas, sin duda, la sensación es la de encontrar algunos rasgos de conexión entre Truffaut y tu obra. Por ejemplo, el valor del retrato o de la intimidad.
-Totalmente. Desde que tenía 20 años he revisado muchísimas veces sus películas, pero nunca lo había abordado de una forma intelectual como lo he hecho para este trabajo. Lo hacía siempre de forma emocional, asimilando supongo su forma visual, pero como una espectadora más. Ahora he entendido muchas cosas que hay en mi forma de expresar, incluso las autobiográficas. Reconozco en mí hasta formas de componer y conecto con él en visiones que van más allá de la obra, como por ejemplo su visión del artista. A mí me cuesta mucho hablar de mí como artista, pero me gusta cuando explica como Matisse atravesó tres guerras y lo que nos dejó fueron mujeres, peces, ventanas… no había nada del horror que le rodeada, aunque a su vez nos dejó un legado muy valioso a partir del cual se han generado muchas otras cosas.

-El libro muestra otras técnicas, otras fórmulas.
-La idea era no repetir Qué hacer cuando… y estoy contenta porque al enseñárselo a personas como Paco Roca he visto que se ha transmitido el tipo de libro que quería hacer. Él está emocionado porque dice que está a medio camino entre la novela gráfica y el cómic, atreviéndome a escribir… lo que sí se ahora más que nunca es que necesito contar. Las técnicas pueden cambiar, a lo mejor dentro de tres años he vuelto al óleo o me pongo a hacer vídeo. Eso no será lo importante.

-También había que hablar de Truffaut, que posee un imaginario que es posible que te invitara a otros caminos.
-La luz de las primeras películas, con bajo presupuesto, es cortante, dura. No podía tampoco mostrarlo de otra forma. Y eso también nos hemos preocupado en llevarlo a la edición, en la que el formato es más próximo. El libro, por tamaño, es más modesto, el papel se parece mucho al que utilizo a trabajar y, en definitiva, el dibujo, el texto y todo lo que envuelve van muy cogidos de la mano.

-Además de en lo visual, ¿has descubierto otras conexiones en lo personal?
Sí, sobre todo en la forma de mostrarse públicamente.

-Si hubiera vivido en esta era de las redes sociales online, ¿habría participado? ¿Cómo?
-Habría participado porque le importaba mucho el público, pero hay que tener en cuenta que él era muy reservado. Había también una parte de llevar los proyectos en secreto para fomentar el factor sorpresa, así que no creo que hubiese mostrado mucho de los procesos.

-¿Te ha influido esto últimamente? ¿Te cuesta mostrarte un poco más?
-Sí, de hecho incluso ha sido un problema de cara a las fotos promocionales que ha hecho Noemi Elías (risas). Lo he pasado mal.

-El libro se convertirá en exposición (comisariada por MacDiego) a partir del próximo 25 de marzo en Las Naves. ¿Te hace ilusión exponer de nuevo aquí?
-Mucha. Apenas he vuelto durante estos últimos años porque en Barcelona estoy muy a gusto. Mantengo unas relaciones con profesionales en las que nos apoyamos y colaboramos mucho, pero también echo de menos hacerlo con el círculo creativo más próximo que tenía en Valencia: Senior, María Herreros, Laura Castelló, Nestor Mir…