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Risto Mejide: «A Podemos no le hace falta una cara para contar su mensaje»

Publicado originalmente en Valenciaplaza.com

Risto Mejide ha venido a Valencia a hablar de su franquicia. Aunque considera la ciudad como su «segunda casa», donde viven algunos de sus familiares y a la que viene a menudo, el presentador, escritor y publicista se encuentra rodeado de una burbuja de visitantes del Salón Internacional de la Franquicia. La -aparentemente- irresistible posibilidad de hacerse una foto con la estrella televisiva permite que la marca Drops&You, la franquicia de perfumerías de la que es socio, manche muros de Facebook, scrolls de Instagram y demás redes sociales. Incontables impactos a su favor.

Este es su último proyecto empresarial y, de nuevo, lo hace de la mano de Marc Ros.  en el que se embarca junto a Marc Ros, su socio en la agencia Aftershare.tv y con el que comparte proyectos desde 2007. Son casi las dos de la tarde y la batería de entrevistas fugaces va tocando a su fin. Ha presentado su propio perfume para la marca: «fresco, agreste, amaderado, floral y con un toque de Musk». La presentación ha congregado al grueso de asistentes en Feria Valencia y se muestra satisfecho con el feedback de los interesados en Drops&You. Aprovechamos para realizarle algunas cuestiones en torno a comunicación, empresa y poder político:

-Hace tan solo unos años proponías como un ejemplo a seguir por parte de los empresarios a Marcos de Quinto, en relación a cómo un responsable de una gran compañía (presidente de Coca Cola España) podía comportarse en las redes sociales. Luego llegó el ERE de su empresa y de Quinto abandonó -argumentándolo- Twitter. ¿Estamos todavía decidiendo si ese es un espacio para los ejecutivos?
-Cada uno decide cómo se viste y Twitter no es un traje para cualquier empresario. Jamás le he dicho a ninguno de ellos que deba estar, pero si quiere estar, si va con su carácter, adelante. Por otro lado, hay que entender que Twitter es una jaula de grillos y tienes que aceptar que vas a leer cosas que no te van a gustar.

-En tu libro No busques trabajo (Editorial Gestión 2000) se habla de personal branding. ¿Las empresas han de aceptar que, desde ya, se componen de marcas personales?
-Le doy la vuelta a la que propones: si no tienes una marca personal, en cuestión de años no te va a querer contratar nadie.

-La construcción de una marca personal supone, inevitablemente, escoger ideas y defenderlas públciamente. ¿Se acepta que vas a granjearte unos cuantos enemigos sí o sí?
-Sí. Yo puedo hablar de mi caso, que es el que más conozco. A mí, personalmente, me gusta meterme en líos incluso cuando no salgo bien parado. En la tele lo demuestro: no siempre salgo bien y a veces me dan collejas que me dejan bailando. 

-¿Entiendes que haya empresas con recelo a que las marcas personales de sus empleados sean más musculadas que las suyas propias?
-No. Las empresas con las que trabajo quieren incluir la mayor cantidad de talento y marcas personales interesantes. En el caso de los medios de comunicación, especialmente: buenas firmas y para tener una marca global más poderosa.

-En otro ámbito de poder, recientemente se publicaba una encuesta en la Comunitat Valenciana que aseguraba que el candidato con mayor intención de voto para ser president de la Generalitat era «el candidato de Podemos». ¿Tiene sentido que la persona que acumula mayor intención de voto no tenga cara, no tenga un equipo claro ni unas ideas concretas para esta región?
-Sí. Podemos sí tiene un mensaje y eso es lo que se transmite, y no hace falta una cara para contarlo. El 15-M tampoco tenía una cara y fue mucha gente la que comulgó con el movimiento. Los personalismos en política son peligrosos. Otro asunto es cuando se ponen o se pongan a construir una realidad, pero de momento Podemos acierta en decir lo que la gente espera escuchar. Lo hace fetén.

-Es un escenario completamente distinto en la política.
-Los partidos que las diferentes encuestas muestran que están en auge son los que nunca han gobernado: Podemos, Ciutadans en Cataluña, UPyD… Lo que sucede es que en gran medida se genera un voto de castigo contra los que sí han gobernado.