Entrevistas, Música

Ariel Rot: «Dedicarse a hacer canciones hurgando en tus emociones es una ‘dulce condena'»

Publicado originalmente en Culturplaza.com

Ariel Rot (Buenos Aires, 1960) ha vuelto a contar hasta tres para publicar nuevo disco. La manada (Warner, 2016) llega con ese ritmo de trienio con el que ha acostumbrado a sus seguidores y que, según sus propias sensaciones, poco tiene que ver con un trabajo «más bien caótico» y con la idea metódica que pudiera enmascarar a «un rockero vago. Los rockeros somos vagos». Con la alargada sombra de su paso por dos bandas que -quién sabe si por su contemporaneidad al rock o por el poder de la nostalgia- no han dejado de crecer desde que decidieron poner punto y final a sus respectivas carreras: Tequila y Los Rodríguez.

Las canciones de Rot, las de entonces y las de una carrera en solitario que se prolonga mucho más allá que esa tiempo de bandas, sigue siendo tanto o más redondas en La manada. Un disco (disponible en CD aunque pensado como vinilo de 180 gramos, formato en el que también ha sido editado) capaz de haber desatado a Rot de cierto bloqueo compositivo. En la búsqueda interior de la frescura, sin hacer caso a la citada sombra que le exige mantener un listón como hacedor de música -y ahora ultima una canción para el nuevo disco de Joaquín Sabina-, ha construido un LP más libre que La huesuda, pero que, quizá por sorpresa o quizá no, alcanza sus cotas más altas a través de las baladas.

LA MANADA «ES UN DISCO MENOS MENTAL Y MÁS VISCERAL»

-De La huesuda a La manada, la sensación de banda crece, está más presente en las canciones. Suena a escenario. ¿Tiene algo que ver con la elección de título para ‘La manada’?
-La manera a través de la que llego al título del disco es instintiva y nada conceptual. Lo primero que hago es resolver el título de las canciones. Luego va el nombre del disco. En este caso, recuerdo que primero me lo imaginé escrito, que me gustó el sonido, que sólo tenía una vocal… Luego me di cuenta de que me servía para poder contestar a muchas preguntas como esta [ríe]. Es una manada de canciones, que cada una cumple su rol e intentan sobrevivir ante las adversidades, ayudándose unas a otras. 

-¿La tuya es una historia de manadas?
-Mi historia está llena de manadas. Manadas que he ido perdiendo. La primera con el exilio de Argentina. Las otras, cuando perdí las bandas, las manadas de la música. Me parece que todo funciona por manadas. De hecho, en cada sitio, cuando vas varias veces, haces una manada que te espera. La verdad es que me di cuenta con el tiempo de que este era un título más adecuado que cuando pensé por primera vez <<¡ah, manada! Qué bonito…>>.

-¿Qué tiene que ver con estos últimos años La manada?
-Estos últimos años he sido un lobo solitario y este es un disco para tocar acompañado. Siento que La huesuda era un disco contenido, que no llegaba a estallar. Este es un disco espontáneo, desbocado, de manada en ese sentido. Lo compuse así también, pensando o visualizando la batería, el bajo… es un disco menos mental y más visceral.

-Se percibe un proceso compositivo o un ambiente distinto.
La huesuda es el producto de una etapa en la que pasé mucho tiempo solo. Giras solitarias, estancias más reflexivas. Para este disco me encerré en el estudio, bien insonorizado, pero con buen volumen, con la guitarra y a desvariar, a dejarme llevar. Cantaba cosas que no tenían sentido. Así, a partir de ahí, empezó el trabajo y yo empecé a entender por dónde iba el nuevo disco.

«LAS BANDAS SON MUY CELOSAS Y NO TE DEJAN TENER IDEAS PROPIAS»

-¿El disco es la estación final de un periodo de tiempo creativo para ti?
-En cierto modo sí.

-Hablas de ello como con cierta liberación de acabar el proceso, como si te hubieras desquitado del reto de volver a levantar un nuevo álbum…
-…pero no me quejo ni mucho menos. Es muy bonito el proceso. Ojalá los problemas de la gente, todos los problemas, fuera tener que componer canciones. Dedicarse a hacer canciones es una bonita condena… una ‘dulce condena’ hurgar en tus emociones y hacer una canción.

-¿Ha cambiado mucho ese proceso creativo?
-Con Tequila la manera era empezar todos a la vez, en el local. Con Los Rodríguez hubo una etapa en la que también fue así… pero había también mucha composición solitaria, aunque las bandas son muy celosas y no te dejan tener ideas propias. Ahora es más libre desde el punto de vista en el que me levanto una mañana y me apetece quedarme dos horas escribiendo sobre algo que leí o algo que se me ocurrió la noche anterior…

-¿De día? Has hablado alguna que otra vez de tu insomnio…
-Digamos que duermo poco [ríe].

-¿Pero la noche es un momento de composición?
-Soy más diurno. Quizá porque las canciones nunca arrancan en parado. Me explico: compongo o empiezo a componer en movimiento. Necesito actividad. Me cuesta empezar encerrado en una habitación. Siempre empiezan paseando, conduciendo, dejando que surja. Si compongo algo una noche es porque he vuelto borracho a casa, así que… Pero sobre el insomnio mejor no hablemos. Por favor. Hace un tiempo que no… no quiero invocarlo.

-En mitad del disco, de repente, hay un oasis en la línea espacio-sonora. Un descaro que se titula ‘Espero que me disculpen’ en el que has contado con los valencianos Los Zigarros.
-Es frescura y descaro.

-¿Por qué en ese lugar del disco?
-Bueno, hay varios criterios para montar un disco. Desde que haya mucho contraste como atmósferas parecidas, como buscando una narrativa… Está ahí porque quería que la segunda cara del vinilo empezara con ella. Es un tema ideal para iniciar la cara por ese rock juvenil y descarado. Pero ojo, Los Ziagarros no hacen ese tipo de letras, la letra de un suicida…

-Parece una canción suya, pese a esto.
-Les pega perfecto. Cuando saqué la canción me dije que no la podía grabar con mis músicos, que tenía que buscar una banda de rock’n’roll y evitar a mis experimentados músicos, sin ese poso y ese paso del tiempo. Y coincidió todo, porque no hacía tanto que había conocido a Los Zigarros en un concierto caótico en Formentera. Que fuera caótico todo supongo que ayudó a que nos cayéramos tan bien. Fue lo primero que grabé del disco, meses antes que el resto.

-¿Te daría morbo una infidelidad con tus músicos llevándote a Los Zigarros como banda de directo?
-Si te digo la verdad, lo que me gustaría es que alguien me contratase a mí de guitarrista. Tirarme una temporada sólo tocando la guitarra. Es algo que le vendría muy bien a mi sistema nervioso.

«EN ESPAÑA HA HABIDO MUY POCAS BANDAS DE ROCK COMO LOS ZIGARROS»

-Has hablado en alguna ocasión de lo limitado que a veces te sientes con tu voz. ¿Lo de ofrecerte como guitarra tiene que ver con ello?
-No, qué va. Disfruto mucho cantando. Pero es que como guitarra disfruto mucho también. Con la reunión de Tequila fue una pasada, quedarme en un rincón del escenario con mis pedales y tal. Ahora se hace todo mucho más cuesta arriba al frente de la banda. Los músicos de hoy en día tienen demasiadas actividades. Se presentan demasiadas dificultades todo el tiempo. Por eso me gustaría dedicarme sólo a tocar la guitarra. Sería como irme de vacaciones. Que los problemas se los coma otro. 

-Y ser gregario durante un tiempo. Parece que le tengas celo a tus músicos.
-Les tengo envidia, sobre todo, porque tocan con gente que les paga mucho mejor que yo [ríe].

«…PONGO RADIO 3. Y, BUENO, ESCUCHO A MUCHAS BANDAS QUE LO HACEN BIEN, PERO NO ME CONMUEVEN»

-Sin abandonar del todo la mención a Los Zigarros, teniendo en cuenta la popularidad de los estilos, los tiempos, ¿los ves como la última gran banda de rock en España?
-Espero que no. No sé si es la última, pero es una gran banda de rock. Lo interesante de ellos o con ellos es que ha habido muy pocas bandas de rock así en España. El rock de los Faces, de los Rolling, de Chuck Berry… ese rock más sencillo y a la vez más obsceno. Aquí, bueno, Burning, Tequila y poco más. Los Zigarros lo hacen con maestría, así que cuando les conocí, rápidamente, sabía que íbamos a conectar. Son muy buenos y son más mayores que cuando nosotros estábamos en Tequila, así que tienen muy desarrollado el otro lado, el del blues, y encima tienen esa actitud sobre el escenario, por lo que verlos es muy poderoso.

-Son algo así como un eslabón perdido para ese tipo de rock en España.
-Pero un eslabón muy grande, porque hacía demasiado tiempo que se había roto.

-Ya que hablamos de bandas más jóvenes. ¿Qué te llama la atención de la música más reciente? ¿Te has convertido más bien en un revisionista?
-Más bien sí. En casa, desde luego. Cuando voy en el coche si que pongo Radio 3. Y, bueno, escucho a muchas bandas que lo hacen bien, pero no me conmueven. No sé explicar por qué, pero no me conmueven. No sé si es la edad que tengo, si es por la música que ya he escuchado en el pasado, por haber sido contemporáneo a grandes bandas que me he vuelto insensible. Y te digo, están bien, lo hacen bien y encima son muchísimas. Lo que sé es que al día siguiente no me acuerdo ni del nombre de la banda ni de la música que hacían.

SOBRE NUEVAS BANDAS DE ROCK: «ME ACABO FIJANDO EN GRUPOS COMO LOS LIBERTINES, QUE SE RECREAN EN EL ERROR»

-Cuando empezaba Tequila, quizá, no tenías tantas facilidades técnicas. Ni tan buenos instrumentos ni las posibilidades tecnológicas de grabar de una manera más que óptima en casa.
-No, por las guitarras no era. Tequila tenía mejores guitarras que las que he tenido después. La razón es que era barato comprar guitarras vintage, guitarras que nos fueron robando y que no quiero ni pensar qué valor artístico tendrían ahora. Eran joyas. Nunca volvía a tocar guitarras así. Pero lo de la postproducción sí es así… no obstante, me acabo fijando en grupos como los Libertines, que se recrean en el error. Me conmueven más. Me gustan los grupos sucios, con imperfecciones. Estoy más alejado de los grupos de pop, medio modernos, ese rock moderno que suena perfecto… lo oigo y sólo pienso: ahí hay mucho trabajo de ordenador, de postproducción. Tal vez sea ese mi problema. Escucho todo tan afinado, tan perfecto, que no me puedo conmover porque me parece como que es lo que les hace perder el alma.

-¿Cómo gestionas tú tener esa posibilidad de afinar, de repetir, de mejorar en el estudio (repite con su productor José Nortes) hasta ‘clavarlo’?
-Esa pregunta se resuelve con una anécdota: en el primer disco que hice con José me salió un solo en un momento muy virtuoso. Lo escuché y le dije que era una pena porque había un par de suciedades, a lo que me contestó que si no estuvieran esas suciedades, que si estuviese ‘bien’, no molaría. Es lo que somos los rockeros. Los rockeros somos vagos. No nos tiramos ocho horas al día tocando la guitarra. 

-Desde luego, se aproxima a las sensaciones de directo. ¿El estudio en algún caso te limita o te sientes libre con la idea de que luego ‘todo eso’ hay que llevarlo al escenario?
-Nunca. La idea, siempre es ‘cuando llega el directo, ya pensaremos’. Ahora empiezo los ensayos para el directo y voy a estar yo sólo como guitarra. Empiezo con la adaptación que también es un proceso bonito. Yo lo veo así: el directo ha de captar el espíritu y la intensidad del disco, pero no tiene que calcar el disco. Es más divertido y, en todo caso, es lo que hay [ríe]. Hay canciones con cuatro pistas de guitarra y no vamos a llevar a cuatro guitarras en nuestros conciertos. Lo que tengo claro es que si no puedo hacer un arreglo porque estoy cantando lo que no voy a hacer es cantar mal para que salga bien ese arreglo. 

-Once nuevas canciones, después de mucha, con unas décadas de carrera a la espalda. ¿Tienes la sensación de haber concretado una fórmula? ¿Sabes cómo funciona ya esa alquimia?
-Lo tengo claro. Lo digo en el sentido de que sé cuando una cosa ‘va’ y cuando ‘no va’. Sé cuando tengo una frase que puedo reescribir 10 veces y que, ya sé, al final se quedará la primera porque, aun siendo imperfecta, tiene la frescura, incluso a veces fonética, que no se puede encontrar más allá del momento de creación.

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