Entrevistas, Música

Jorge Drexler: “Somos un mundo de malcriados”

Publicado originalmente en Culturplaza.com

Jorge Drexler actuará este viernes en el Palau de Les Arts y por primera vez llegará a València con el cartel de ‘todo vendido’. Camino del cuarto de siglo afincado en España, fue Joaquín Sabina quien le convenció en Montevideo de venirse a este lado de la lengua para dejar de ser médico y dedicarse a las canciones. La colección de éstas que compone su décimo tercer disco incluye, precisamente, la primera de las que le dedica deliberadamente al escritor de ‘Y Sin Embargo’, ‘Ruido’ o ‘Calle Melancolía’: 

Primeras veces siempre en la dilatada carrera de un compositor global que ha decidido estimularse con límites en Salvavidas de Hielo (Warner, 2017). El principal, construir musicalmente toda la producción del disco a partir de guitarras, haciendo de sus cuerpos las bases rítmicas para todo el disco. Otra limitación, haber decidido someterse al ritmo abierto de la hoja en blanco y que el tiempo fuera quien cerrase un álbum que ha llegado cuando las canciones han querido. Historias “autónomas” en las que la esperanza y la ironía desarrollan temas tan importantes como los movimientos migratorios o la comunicación en los tiempos de WhatsApp (con audios de WhatsApp le enseñó Jorge a Joaquín la canción que le acababa de componer, precisamente). 

-Después de tantos discos, ¿todavía le da vértigo la idea de publicar unas canciones que le acompañarán durante los próximos años?
-Todavía… sí. Sí que da vértigo. Cuando estás haciendo un disco sabes que de alguna manera eso que estás plasmando se quedará ahí para siempre. El proceso de crearlo es fabuloso hasta que llegan las decisiones finales. Es algo parecido a la idea es que tenemos del novio o la novia el día de antes de la boda: piensas, es de verdad, esto va a ser para siempre. Luego con el tiempo te vas relajando. Todo es más relativo. Estarás un tiempo tocándolas y se irán decantando. El tiempo ayudará a relativizar. Siempre ha pasado: tengo canciones que no me gustan porque la producción final no ha estado a la altura o al revés, que no era tan gran idea y al final ha resultado mucho mejor.

-En alguna ocasión ha dicho que son las canciones las que le eligen y no al revés. ¿Cómo son las que le han elegido para este Salvavidas de Hielo?
-Puedo decir que son todas diferentes y que se han tomado mucho tiempo en aparecer. He dedicado más tiempo que nunca a escribir. He estado un año entero escribiendo en exclusiva. He detenido las giras y otras actividades y he intentado tener una rutina de hoja en blanco. Así que les he dado tiempo para que se manifestaran. Estoy contento con ese proceso y con el resultado. 

-Ha decidido grabar todo con guitarras, incluyendo todos los elementos percutivos.
-Sí, aunque esa fue una decisión que llegó después. Mi primer objetivo es que las canciones fueran autónomas, que pudiera defenderlas ‘a pelo’. La guitarra tiene muchas posibilidades percutivas que desconocía. Ha conocido mucho más de la guitarra en este proceso. 

-¿Tenía necesidad de limitarse para estimularse?
-Exactamente. Cuando llevas mucho tiempo en el ruedo, visitando muchos colores, muchos sonidos, necesitas estímulos, alguna novedad operativa, un desafío. Como decía Ígor Stravinski, «cuanto más me limito, más me libero». Porque el acto de poner límites no significa una limitación de los resultados. ¿Cuál es el mejor dibujo, el que está hecho con 64 colores o el que está hecho con cuatro? Bueno, cualquiera que oiga esta pregunta sabrá que no tiene sentido, porque el resultado final estará relacionado con la emotividad y la calidad de la obra artística.

-Ya que lo menciona, ha elegido a Nuria Riaza para las artes gráficas del disco (formada y que ha residido en València durante años). Más allá del dibujo a partir de boli bic, ella lleva a partir de modulaciones y volúmenes su trabajo hasta otro nivel. ¿Era esa evidencia de la limitación y la excelencia lo que le llamó la atención?
-Ha sido uno de los hallazgos artísticos más lindos y personales del disco. Le tengo un cariño personal, pero sobre todo una admiración estética fortísima. Ella surge a mitad del proyecto por la utilización de un solo elemento de sonido. Buscaba eso y seguía a algunos artistas que sólo trabajaban con boli. Los seguía a través de Instagram y allí le encontré a ella. Me gustó tanto hasta dónde lleva esa idea que le envié un mensaje por Facebook o por su web, me contesto y ya nos conocimos en persona cuando estaba a mitad del trabajo. Me encantó porque ella entendía que la limitación de trabajar sólo en torno al bolígrafo no tenía relación con el resultado final. 

 -De hecho, lo lleva a otro nivel, a partir de incorporación de elementos orgánicos (la lana) o de transfiguraciones por escáner de los dibujos.
-Nuria no es solo que sea una dibujante superior, es que crea un sistema de interferencias y de modulaciones que interviene ese monocromatismo. Para mí es esencial esa manera analógica de obtener el resultado final, con una parte de azar. Me interesa mucho, desde siempre, que la interacción digital redunde en algo orgánico. Son dos mundos completamente relacionados. 

-A veces su música tiene un lado orgánico muy vivo, pero sin embargo se maneja con naturalidad con todo tipo de tecnologías.
-La gente me dice: me gusta cómo llevas el tema redes. Nunca he tenido una estrategia. Veo las redes como una extensión de la realidad. Como una congregación humana. Es una charla de seres humanos; una charla organizada, si quieres. 

-Pero no nos desacompasemos de las canciones. Si algo ha quedado claro después de todos estos discos es que su implicación no pasa por un discurso dramático ni crítico. ¿No se siente tentado a veces de utilizar ese tipo de herramientas?
-Durante mucho tiempo me pelee conmigo mismo por eso. Pensé que debía tener un mejor manejo de la agresividad, ya sabes, en ese sentido… No son mis herramientas. Con 13 discos y más de 50 años te das cuenta ya que no vas a hacer ciertas cosas. Que hay formas de hacer las cosas, fórmulas, que no vas a usar nunca. De la crítica, para mí lo más importante es la autocrítica. Cuando me he metido en cuestiones más borrascosas, siempre he sido el primero en criticarme. La identidad hay que cuestionarla desde uno mismo, porque es muy fácil señalar con el dedo, así que me parece buena actitud empezar por uno. El otro día escuchaba una nueva canción de Kevin Johansen que se titula ‘Torcer a favor‘. Pues es eso, que siempre me ha gustado ‘torcer a favor’. ¿Por qué? No lo sé, será una característica mía, algo profundo… no lo sé. 

-Alguno de sus autores de referencia han tomado otras posiciones menos luminosas.
-¿Has escuchado el discurso de Leonard Cohen al recibir el Príncipe de Asturias?

-Estaba pensando en él.
-Te contradigo. Creo que es el más optimista de todos porque en su discurso dice que nunca abandones la compasión y eso es importantísimo. Dylan es mucho menos compasivo. ¡No hablo de calidad musical! Hablo de ponerse en el lugar del otro y saber reírse de uno mismo. Él dice que cada vez que aparezca la angustia vital hay que enfrentarla, nunca quejarse. Siempre sobreponerse con las herramientas de la belleza y la elegancia. Me sentí tan identificado con ese discurso… Nunca me verás quejarme en público de cosas. 

-En cambio, más que nunca, nos quejamos con el mayor número de altavoces de la historia. Quejas sin propuesta, pero quejas ruidosísimas.
-Es que somos un mundo de malcriados. Nos quejamos cuando sabemos que en la historia de nuestra especie no ha habido un momento más favorable para la duración de la vida, para la calidad de la vida, para las libertades civiles… como el actual. Es un momento privilegiado el que vivimos, tan monumental con respecto a lo que vivieron nuestros antepasados y muchos de nuestros coetáneos. Por eso no tengo tiempo para ir quejándome de que el teléfono me roba tiempo. Oye, si el teléfono te roba tiempo, apágalo. 

-Leyendo sus entrevistas promocionales y escuchando algunas de estas últimas canciones me late la idea de que piensa que, a menudo, luchamos contra enemigos equivocados. Por ejemplo, el reggaetón. Ha llegado a poner como ejemplo a Maluma.
-Tengo claro que no me voy a pelear con el reggaetón. Maluma no es mi enemigo ni mucho menos. No son los artistas nuestros enemigos, aunque haya muchísimos que me gusten más que él. Nuestros enemigos son los fabricantes de minas antipersonas, no un músico. Pero el reggaetón nunca peude ser mi enemigo porque, entre otras cosas, en su eje hay un patrón rítmico milenario [lo canta] que ya estaba vivo en los burdeles de Persia, que cruza toda África del norte, que tiene un poder sexual enorme. El problema general del reggaetón es que las canciones suelen ser una mierda desde el punto de vista letrístico y no digamos ético, pero no es en sí un problema el estilo. El blues, el jazz, la cumbia, todos los estilos nacieron en las regiones más pobres, periféricas, marginales y entraron hasta el centro. Puede que no comprendas cosas al inicio, pero tarde o temprano vas a acceder. El único problema que puede tener el reggaetón es que no estemos sabiendo utilizarlo para hacer canciones mejores.