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Manuel Bartual: “Somos una raza animal basada en la ficción”

Publicado originalmente en Culturplaza.com

Manuel Bartual hace “muchas cosas”, según su biografía de Twitter. Allí fue donde su nombre resplandeció durante el pesado verano de 2017. De la noche a la mañana, se convirtió en el guionista español más conocido de los últimos años. No fue por ninguna de sus tiras cómicas para El Jueves u Orgullo y Satisfacción. No fue por ninguno de sus muchísimos cortometrajes, ni por una emisión en la tele pública de su estimable película Todos tus secretos (2014). Un hilo de tuits en el que autoficcionó sus propias vacaciones se convirtió en el thriller –con chistes– de la canícula a pesar de la mastodóntica inversión de Netflix en marketing.

Bartual fue el centro de atención durante siete días y lo hizo gracias a su bagaje como guionista, figura que pasa inadvertida en las producciones audiovisuales españolas. Hilvanó un relato secuencial en 359 mensajes que provocaron 550.000 retuits, cuatro millones de ‘me gustas’ y 1,3 billones de impresiones. 400.000 seguidores se sumaron a su actividad y, pese al final de aquella trama, este valenciano afincado en Madrid los retiene. Las serpientes de verano se alimentaron del fenómeno y el también editor enlazó platós de televisión y entrevistas para hablar de su oficio: contar historias. 

La novedad –en España– era haberlo hecho a través de tuits, siguiendo la historia de alguien que suplantaba su identidad y se convertía en El otro Manuel. Ahora, esa idea le da el título a su primera novela. La edita con Planeta –ajena a su buen hacer en el sello de cómics ¡Caramba! (integrado en Astiberri)– y aprovechamos el lanzamiento para conversar sobre cómo la ficción da forma a nuestras vidas. 

-Es cierto que en tu caso parece más justificado que nunca, pero desde hace al menos dos años los dossiers que preceden a la comunicación del lanzamiento de un libro van encabezados por la cantidad de seguidores en redes sociales de la autora o autor. Es decir, que, jerárquicamente, la editorial estimula al periodista recordándole que si publica alguna pieza sobre lo que ofrecen, es sensible de ser catapultada a una gran audiencia. Tú que has vivido en las sombras de la independencia hasta hace poco más de un año, ¿qué te parece que ahora un cúmulo de cifras sea tu carta de presentación?
-He de ser honesto y admitir que lo que sucedió el pasado verano me puso en el mapa para mucha gente. Es una historia de Twitter que se hizo famosa y transcendió a la plataforma por completo. No sucedió cuando hice una película [ríe]. En este momento, que las cifras sean parte de la carta de presentación, es asumible. Es normal que se asocie a este fenómeno y que entendamos que buena parte de la gente me conoce exclusivamente por aquel hilo de mensajes. Es cierto también que hay un recorrido previo, un bagaje, pero… no es menos real que la novela se inspira en todo lo que me sucedió con esto.

-El formato sorprendió: un relato secuencial a base de tuits. Sin embargo, ¿fue tan sorprendente para quien ya te conocía o te seguía?
-Le sorprendió a todo el mundo, menos a quien me conoce. No me refiero a alguien que me pudiera seguir, sino a la gente más próxima, a los amigos. A ellos no les sorprendía porque encajaba con el tipo de cosas que venía haciendo. De alguna manera, hay un hilo invisible entre aquella serie de tuits y la película que dirigí hace unos años (Todos tus secretos, 2014).

-¿Hasta qué punto crees que la autoficción da una confianza de veracidad al lector que necesita frente al descrédito continuado de los medios de comunicación?
-Creo que estamos en una época en la que nosotros, todos, tenemos mucho protagonismo. El ‘yo’ es más importante que nunca y por eso creo que la gente conecta con este tipo de historias en las que es capaz de reconocer al autor. Hubo una historia previa que no tuvo ni mucho menos este éxito. Solo quería contar la sinopsis de una película de forma enloquecida. Me lo pasé bien, pero no funcionó. La gran diferencia con el siguiente relato es que yo era el protagonista. Duraba siete días y eran mis vacaciones. La gente no sabía si todo aquello era real o no y jugaba con la veracidad, pero era muy fácil reconocerse en el personaje. Era ‘una persona’. Esta fórmula no es inédita. A mí me encanta la autoficción…

-Cítanos las referencias.
-Pues, por ejemplo, me fascina el cine de Charlie KaufmanCómo ser John Malkovich (Spike Jonze, 1999) o Adaptation. El ladrón de orquídeas (Spike Jonze, 2002). Joder, es que son dos de mis películas favoritas. En la literatura, Paul Auster me ha influido a la hora de hacer esa metaficción por la que muchos le conocen cuando se introduce en sus novelas como personaje. 

-¿Está de moda la autoficción?
-Estamos en un pico creativo con este tipo de narrativa. Sí, estoy convencido.

-‘Basado en hechos reales’. Ese mensaje que atraviesa el cine que va de la sobremesa de Antena 3 a Fargo (Joel y Ethan Coen, 1996), ¿por qué nos interesa? ¿Qué valor extra nos atrae? Star Wars también está basada en hechos reales. No hay más que ver sus posicionamientos políticos. 
-Es cierto que nos atrae. Creo que desde el momento en el que nos damos cuenta o alguien nos dice que los Reyes Magos no existen iniciamos un camino en nuestra vida en el que tratamos de volver a capturar esa magia. Queremos creer. Cuando las historias están explícitamente basadas en hechos reales puedes llegar a creer que lo que estás viendo, por fantástico o increíble que parezca, es real. Con el famoso hilo de Twitter pasó algo que de verdad no esperaba: la gente creía que era cierto. Hasta el ultimísimo momento la gente creía que había un doble real que me estaba persiguiendo. Había peleas familiares [ríe]. Recuerdo un mensaje directo que me llegó en el que me exponían que dos hermanos estaban enfrentados porque uno sostenía que era real, que, además, era quien me escribía [ríe]. Nos gusta creer que hay algo más allá. Aunque sea mágico y eso se nos escape. Que lo extraordinario es real.

-Había gente que no entendía el hilo de Twitter porque no comprendía que aquello no tuviera una justificación mercantil. Es decir, que no entendía porqué lo hacías si no estabas ganando dinero con aquella producción narrativa.
-Me hizo mucha gracia que Leticia Dolera, que es amiga, me preguntó si era una campaña de marketing para alguien. Le dije que no y al rato me volvió a escribir para decirme que si de verdad no era una campaña para Netflix o algo así. A veces cuesta entender que no todo creador está pensando en el rendimiento económico inmediato. Si te soy completamente sincero, creo en esto. Solo quería que la gente disfrutase con ello. No es lo único que he hecho así en internet, por eso la gente que me conoce no estaba tan sorprendida. Semanas antes había estado haciendo en Instagram una serie de stories con emojis. Eran cortometrajes solo con emojis. No lo hacía buscando la pasta. Me gusta experimentar con los formatos y los medios. Y tienes razón en que es muy sorprendente que la gente no entienda esto. Pero, por ejemplo, está Alberto González Vázquez que tiene su trabajo en El Intermedio y es una persona que crea contenido específico para internet. Mucho. ¿Por qué lo hacemos? Porque nos gusta y mientras tengamos nuestras facturas cubiertas, ¿por qué no seguir creando?

-Hablemos de tu libro. Hay conexiones con el hilo de Twitter. Por ejemplo, la autoficción. ¿Por qué querías llevarlo al formato novela?
-La autoficción me atrae mucho en este momento. Pensaba que la historia conectaría bien con el público si yo era protagonista, así que por eso en la novela me dirijo al público desde la primera a la última página. La novela me ha demostrado a mí mismo que estoy en este momento y que necesitaba explorar este estilo de autoficción. Esta parte formal. Si en algún momento tenía que hacerlo era ahora. Y lo que tenía en la cabeza era una novela y no una serie o una película, porque, no del todo formales, ha habido propuestas para hacer cosas…

-Para quienes te conocen del viral veraniego, la novela tiene muchas concordancias. La principal es que sus frases podrían caber en un tuit tras otro y que, de alguna manera, podría haberse publicado también de manera secuencial.
-Pero tenía que ser una novela. No podía ser un hilo de Twitter. Tengo clara que la historia tenía que tener este formato clásico que era nuevo para mí así. Escribí una novela hace un tiempo y la releí hace unos meses. Me di cuenta de que, aunque la historia me gusta y quizá la retome algún día, estaba intentando forzar un estilo que no me resulta natural. En El otro Manuel utilizo el estilo que surgió con el hilo de Twitter. me da la sensación de que con ese mismo estilo el lector se siente muy próximo a la historia y que puedo interpelarle e integrarle en lo que sucede. Como te decía, ahora mismo estoy en ese punto.

-Lo que queda claro es que la historia de este libro no hubiera podido tener forma de cómic o de película.
-De ninguna manera. No obstante, yo tengo la necesidad de adecuarme al medio en el que estoy. Entender su lenguaje y como se recibe. Eso es muy importante. 

-No obstante, hay sedimentos.
-Eso es lo mejor de nuestro trabajo: nos acabamos trayendo cosas de un medio al siguiente. Vamos arrastrando un poco de cada una de las disciplinas. A mí me hace gracia recordar que la novela se ha intentado matar cada vez que ha aparecido un nuevo arte narrativo; lo que yo creo es que la novela se ha beneficiado de esas apariciones, porque se ha ido nutriendo de otras formas de contar historias que han sido posibles de convivir con su formato.

-Hay algunas trazas que sí están presentes en toda tu obra anterior y actual. Quizá, especialmente en estas últimas construcciones. Una de ellas es la identidad. Tu interes por la creación de la identidad propia, la percepción de la misma, la identidad colectiva…
-Me atrae desde siempre este tema. Y es cierto que creo que estamos en un punto propicio para que estos temas resulten de mayor interés por la exposición del ‘yo’ de la que te hablaba antes. Me impresionó mucho cuando estuve presentando mi película en el Festival de Cine de Málaga. Allí todos los profesionales dormimos en el mismo hotel y va mucho famoso televisivo, así que la ciudad se vuelca a esperar a la gente a la puerta del hotel porque sabe que verá a muchos. Y es una cosa muy graciosa que sucede cuando no eres nadie y vas allí a presentar tu película: la gente te ve salir con traje de chaqueta, ir a uno de los coches oficiales, y te gritan: <<¿quién eres?, ¿quién eres?>>. Más allá de que contestes, saludes o lo que sea, a mí me sirvió mucho esa pregunta. Porque te preguntas, ¿quién coño soy? ¿Qué hago aquí? ¿Esto es ficción? ¿Soy yo? ¿Qué está sucediendo realmente? ¿Estoy interpretando un papel que yo he visto antes hacer a otros? Hay una cosa a la que no le damos importancia y que es crucial: somos una raza animal basada en la ficción. Los códigos con los que vivimos, como nos relacionamos, con los que construimos nuestra identidad y seguimos adelante cada día, están inventados. No son reales. Son la ficción. Le hemos dado un valor a unos papeles a los que llamamos dinero. Casi todo a nuestro alrededor se ha ido construyendo con códigos de ficción. Nos cimentamos en ficción y acabamos siendo ficción. Ahora llegan las redes y te ofrecen mostrarte. Lo haces y piensas, ¿pero quién soy? Soy la persona que muestro en las redes o la que conocen sus amigos. Desde hace tiempo pienso que dentro de poco veremos toda esta época de inicio de internet como aquella en la que un niño empieza a andar. Porque todavía no somos del todo conscientes de lo real que es la vida en internet. No hay barrera y allí también acabamos siendo lo que hacemos. 

-Es posible que al estar cimentados en la ficción, para no pocos asuntos necesitemos de ficción para entender nuestro entorno. ¿La ficción ocupa espacios de conocimiento y comprensión que no puede alcanzar la información?
-Te lleva a plantearte cosas que quizá no puedes plantearte solo con el relato de los medios. El viral del verano pasado generó muchas conversaciones a su alrededor con gente que no se creía lo que pasaba y otra que le daba crédito con los detalles que iba aplicando a la historia. Lo cierto es que yo no tenía pensado incluir ninguna moraleja, pero con tanta atención, surgió; lo hice: en uno de los últimos mensajes puse ‘no es obligatorio creerte todo lo que veas en internet. De alguna manera les estaba diciendo, si te has creído todo esto, es momento de que desarrolles un posicionamiento crítico con lo que consumes en internet. Como por ejemplo ese ejercicio que muchos hacemos de generar un juicio a partir de un titular. A veces, lees la noticia y el cuerpo de texto desmiente al titular. Esto es algo que sucede porque en el caso de los medios vivimos una época amarillista muy complicada. Por eso, hay rincones en los que la ficción puede funcionar mejor. 

-Otra traza presente en la novela y en toda tu obra es el humor y me pregunto hasta qué punto crees tú que es esencial para un relato de autoficción. Es decir, si más allá de tu obra, no crees que es insoportablemente inverosímil que un drama que no contenga ni un centímetro de humor.
-Es totalmente así. Nunca me creo un drama si no tiene algo de humor. La vida no es así. En lo trágico hay siempre humor. Alguien que tropieza o, peor, alguien que dice algo muy inapropiado y te conduce a la risa. Pienso lo mismo al contrario: no hay comedia sin tragedia. Las buenas comedias siempre tiene parte dramática. El humor es algo que me encanta, no obstante. ¡Tengo un sello editorial de cómic que solo se dedica al humor! En la serie de verano era consciente de que, de repente, era importante dar un golpetazo con un chiste para alimentar al lector. Tengo comprobado que sirvió para que la gente se enganchase aún más. 

-¿Cómo has gestionado la fama?
-Con humor, precisamente…[ríe]. Cuando sucedió me planteé qué hacer con tanto seguidor y la conclusión lógica fue: sigue, haz lo que ya hacías y nada más. Mis intereses van por otros lados y no estoy escribiendo esas historias todo el tiempo.

-¿Te da miedo quedarte dando vueltas al fenómeno y que dentro de 10 años te sigan preguntando por el hilo de Twitter?
-Ahora lo entiendo. La novela toma como punto de referencia lo sucedido. Si dentro de 10 años seguimos hablando de ello y yo he seguido creando, será preocupante [ríe]. Ahora es de lo más normal que todo el mundo hable de ‘el otro Manuel’.