Cine, Reportajes

Adiós a Bill Gold, el cartelista más prolífico y recordado de Hollywood

El primer recuerdo visual sobre películas como ‘La naranja mecánica’, ‘El exorcista’, ‘Uno de los nuestros’ o ‘Mystic River’ 

Publicado originalmente en Culturplaza.com

Bill Gold no posee ningún Óscar y, sin embargo, es el autor de la primera imagen con la que se recuerdan algunas de las películas consideradas clásicas del cine. Diseñador de una cantidad inabarcable de pósters y adaptaciones gráficas, ésta leyenda viva murió este lunes en su casa de Connecticut (Estados Unidos). Durante nada menos que siete décadas fue capaz de influir decisivamente en el arte del cartelismo desde Casablanca (Michael Curtiz, 1942) hasta J. Edgar (Clint Eastwood, 2011). En total, una cifra no definida y superior a los 2000 originales ideados por este oriundo de Brooklyn que llegó a Warner Bros. poco antes de estrenarse con la memorable cinta protagonizada por Humphrey Bogart e Ingrid Bergman.

Los pósters de Gold que residen en el imaginario colectivo de medio mundo son tan amplios como plurales. De La naranja mecánica (Stanley Kubrick, 1971) al El exorcista (William Friedkin, 1973) pasando por Tarde de perros (Sidney Lumet, 1975). La talla de los directores que han confiado en él es altísima. Alfred Hitchcock (Crimen perfecto, 1954), Elia Kazan (Al Este del Edén, 1955), Federico Fellini (1/2, 1963), Sam Peckinpah (Grupo salvaje, 1969), (Los vividores, 1971), Oliver Stone (Platoon, 1986), Martin Scorsese (Uno de los nuestros, 1990) o buena parte de la carrera que le unió al Clint Eastwood director (y son solo unos pocos ejemplos). 

Pau Gómez, periodista y doctor en Comunicación Audiovisual valenciano que recientemente ha publicado el libro Clint Eastwood. El mito tras la máscara, comenta que «más allá de carteles esenciales de la historia del cine, si hubo un realizador con el que tuvo un feeling duradero ese fue Eastwood. Iniciaron la relación el mismo año que Clint debutó como director (Escalofrío en la noche, 1971), pero se conocieron con su trabajo de Harry el sucio (Don Siegel, 1971) que, quizá, con Sin Perdón (1992) y Mystic River (2003) se encuentra entre los trabajos más memorables de Gold.

Gómez comenta que Eastwood encontró en Gold a uno de sus «más fieles colaboradores». Destaca trabajos como El fuera de la ley (1974; una de las películas más interesantes de sus inicios como director) o el polémico de Ruta suicida (1977; en este caso «por dibujar a un Eastwood musculado cual Schwarzenegger y a Sondra Locke perdiendo la ropa»). No obstante, Gómez se quedaría con su trabajo para Bird (Eastwood, 1988; otra de las cimas de su filmografía): «Gold evolucionó mucho durante las últimas décadas y el cartel de Bird es su genialidad para Eastwood, seguramente. Dibuja a ese pájaro que parece salir de Charlie Parker. Con apenas dos figuras es capaz de reflejar la idea de un genio solitario, autodestructivo y, a la vez, extraordinario». 

Casualidad o no, al diseñador gráfico Carlos Rubio (autor del libro 100 pelis de adultos para ver con niños) también es el que más le gusta de su trabajo junto a Eastwood: Bird es una ma-ra-vi-lla, pero también firma Alien (Ridley Scott, 1979; en el que aparece un huevo ajeno al film, en una idea para lograr financiación anterior a que esta iniciara su producción), El exorcista o La naranja mecánicaEra un todoterreno«. Para Rubio lo más interesante de su trabajo es, «precisamente, que no pretendiera imprimir su marca. Eso le distingue de otro de mis ídolos, que es Saul Bass, con un estilo más reconocible. Su trabajo será siempre moderno porque no responde a modas pasajeras. Es sólido. Es certero. Es conceptual. Es simple (en el buen sentido; yo no creo que menos sea siempre más). Es descriptivo. Consigue que te interese cualquiera de las películas de su portfolio: ese es el verdadero trabajo de un diseñador gráfico o de un publicitario».

Esa idea de publicidad la recoge en parte el nuevo director artístico de la Mostra de Cine de València, Eduardo Guillot: «el cartel de una película no forma parte de la película en sí, pero al mismo tiempo es una herramienta fundamental para venderla. En muchos casos, es la primera imagen que se ve de ella y cumple una función fundamental, capaz a veces de cargarse toda una campaña publicitaria y otras capaz de generar en el espectador una necesidad por ver el film incluso superior o mejor a la que puede haber en el trailer«. Para Guillot, no obstante, la calidad de Gold está fuera de toda duda: «creo que la posibilidad de que alguien trabaje durante 70 años para una industria como la de Hollywood habla de su calidad. Una industria basada en su star system en el que todo parece reducirse a mostrar las caras de los actores estrella. Permanecer todo ese tiempo demuestra una gran dosis de imaginación, de implicación como artista con el contenido y de capacidad para dar al resultado una personalidad propia».

Guillot deja fuera de toda duda que Gold «cumple sobradamente con méritos como para tener un lugar de honor en la historia del cine». El que fuera programador de Cinema Jove recuerda que «últimamente existe una reivindicación en los premios de cine [los Premios Feroz, por ejemplo] e incluso algún festival ya se ha abierto al reconocimiento». No obstante, pocos son los casos en los que sucede. Uno de ellos es el Festival Internacional de Mediometrajes La Cabina de València, cuya directora, Sara Mansanet, declara a este diario que le sigue resultando «llamativo que a estas alturas de la industria del cine nadie se esté planteando la posibilidad real de que los grandes premios, como pueden ser Óscar, Goya, BAFTA, a distinto nivel, no estén reconociendo este trabajo. La razón es muy sencilla: el trabajo del cartel, para cualquiera que haya estado en una producción audiovisual, resulta una de las decisiones más complicadas e importantes del resultante final. Tiene la capacidad de transmitir y, en el mejor de los casos, quedarse en el imaginario del espectador».

La Cabina premia desde hace varias ediciones al mejor cartel de su Sección Oficial, con un jurado de especialistas que eligen la pieza más interesante del certamen. «El caso de Gold nos debe llevar a la reflexión de cómo es de difícil que el público reconozca su nombre ahora que ha fallecido a la vez que es muy posible que haya coleccionado, guardado, compartido en redes sociales o acudido a una exposición donde se encontrase su trabajo. Por estos motivos, es obvio que el diseño debe tener un mayor reconocimiento en general en la industria del cine porque es una de las labores fundamentales en el engranaje de la producción audiovisual». 

En la misma línea se manifiesta Julia Valencia, directora artística de Cinema Jove: «el reconocimiento de la aportación del diseño gráfico en la industria del cine es una asignatura pendiente. En el caso específico de Gold la ausencia de este merecido homenaje además toma otro matiz e intuyo que es debido a su mutabilidad. No tener un estilo perfectamente reconocible conlleva a que tu figura como profesional se desdibuje y por tanto el gran público no te relacione con tus creaciones». Valencia, a partir del caso de Gold, cree que en el mundo del diseño gráfico en el ámbito del cartelismo enfocado al audiovisual «hay algunos creadores que utilizan este lenguaje de una forma tan perfecta, tan hermosa, que elevan sus creaciones al status de arte».

Al parecer son muchos los convencidos de que esa ausencia de reconocimiento es injustificable. Rubio, diseñador, no piensa igual: «el cartel de una película, muchas veces, es la primera información que tenemos acerca de la misma. Como la portada de un libro. Yo muchas veces he ido a ver una peli sin saber nada más de ella, influido por un cartel que me ha enganchado. Está claro que se trata de una parte fundamental de la promoción. Aún así, no veo justificación para que el sector cinematográfico premie al sector de la comunicación publicitaria o del diseño. Para eso ya existen premios que reconocen las labores creativas y gráficas. Y muchos. Demasiados, según mi opinión. El papel actual del cartelismo no creo que haya variado respecto a otras épocas. En general pienso que no han cambiado tanto las cosas en la comunicación. Se tiende a decir que las ¿nuevas? tecnologías han cambiado el mundo de la publicidad y esas cosas, pero básicamente se trata de tener ideas buenas y poco más. Además, el diseño de pósters sigue siendo muy estático y analógico (afortunadamente)».

Gold: cartelismo al servicio del resultado final

Gold siempre defendió un trabajo alejado a un estilo marcado y produjo al servicio del resultado final; de la película. En declaraciones a CBS News hace apenas unas meses, comentó que su voluntad pasaba por contar «una cantidad mínima de la historia, ya que cualquier cosa más allá de eso puede resultar confusa». Como recogía The Hollywood Reporter en el obituario de este lunes, el propio Eastwood prologó el libro más ambicioso que recoge su obra: Bill Gold Poster Works. Allí explicaba por un lado que «respetaba la película» y se convertía en una garantía de éxito: «con Bill sabía que el póster era una cosa menos en la que teníamos que pensar«.

El propio Eastwood mostró en muchas ocasiones su admiración por Gold a quien definía diciendo que «la primera imagen que tienes de muchas de tus películas favoritas es probablemente una creación suya». También en The Hollywood Reporter, el crítico Leonard Maltin comentó que «no distinguir el estilo de Gold es un cumplido, porque en vez de tratar de calzar una variedad de películas en una sola una forma de pensar visualmente, se ha adaptado a una variedad de películas muy amplia».

Gold inició su carrera de la manera más ingenua posible: después de graduarse en el instituto, averiguó quién era el director de arte del departamento de carteles de la Warner y se ofreció para esa labor.  Redibujó cuatro carteles de varias producciones que ya se habían estrenado. Directamente fue contratado y a los 21 años su primer encargo ya fue Casablanca, donde su primer guiño provocativo –para la época– fue colocar una pistola en primer plano. El segundo fue Yanqui Dandy (también de Michael Curtiz y también de 1942). Enseguida se produciría un paréntesis en su curriculum tras alistarse y servir durante tres años en la Segunda Guerra Mundial. En este contexto, participó en la realización de películas de entrenamiento para la Fuerza Aérea del Ejército estadounidense, aunque de regreso continuó con su labor y abrió su propia empresa en 1960, en su natal Nueva York. 

Su relación con Warner Bros. fue fructífera y duradera. Sid Ganis, jefe de publicidad de la major durante la década de los 70, le situó al frente de los directores de arte y de los distintos equipos en torno a la producción gráfica de sus grandes películas: «era el responsable de la sinfonía», declaró a The Hollywood Reporter. Se enfrentó a retos memorables como el ya citado de Alien, sin imágenes de referencia de la película más allá del briefing correspondiente. Salvó algunos dardos envenenados como el de El exorcista, en el que tenía la exigencai de «no mostrar ningún símbolo ni connotación religiosa». Por contra, fijó a Max von Sydow bajo un rayo de luz que parece salir de la casa de la niña poseída (Linda Blair). 

No son menos recordados sus trabajos para My Fair Lady  (George Cukor, 1968),  Bullitt (Peter Yates, 1968), Defensa (John Booman, 1972). El golpe (George Roy Hill, 1973), En el estanque dorado (Mark Rydell, 1981) o el documental  Thelonious Monk: Straight No Chaser (Charlotte Zwerin, 1988). Gold falleció este lunes a los 97 años rodeado de sus familiares. Su legado parece atravesar buena parte de la historia del cine de Hollywood. Su estilo al servicio de cada producción no evitará que su obra quede dispersa a cambio de haber pasado más de siete décadas comprometido con su oficio como diseñador de carteles.