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¿De qué sirve un 40% de share para ganar unas elecciones?

La audiencia televisiva sierve de mucho para ganar unas elecciones en 2019. Esa es la respuesta en corto. Anoche la televisión lineal, con sus detractores y amenazas, dio síntomas de estar tan viva como en los 90. Al menos en España, porque el próximo domingo celebramos las decimocuartas elecciones generales y, este lunes, la radiotelevisión pública organizó un debate más que sonado. En primer lugar, porque su emisión ya generó una previa de titulares convertida en campaña promocional. En segundo lugar, porque la audiencia obtenida ha sorprendido a todos los analistas: 8,8 millones de espectadores de media y más de 500.000 tuits, dato que equipara el show con lo más comentados del año en el medio (final de Champions y Eurovisión).

Con todo y con ellos (Sánchez, Casado, Iglesias y Rivera), el de anoche fue el noveno debate más visto de nuestra historia televisiva. El décimo, para que se sitúen, enfrentó a Solbes y Pizarro, a quienes entre todos ya hemos debido olvidar. El de anoche se situó lejos de los Zapatero/Rajoy (2008, 13 millones de espectadores), Rubalcaba/Rajoy (2011, 12 millones) o González/Aznar (1993, 9,6 millones) y, sin embargo, superó los 14 millones de espectadores acumulados. ¿Y cuántos más si añadimos los que verán el programa a través de la televisión a la carta?. En directo, 3 de cada 10 ciudadanos con sofá en el territorio español vio al menos un minuto del debate. Y eso es mucho. Muchísimo, según los expertos que hemos concitado para preguntarnos de qué sirve un 40% de share para ganar unas elecciones.

Primer logro para el rédito electoral: los jóvenes vieron el debate

En estos tiempos de superproducciones de Beyoncé en Netflix y Caminantes Blancos, los datos cualitativos quizá sean los más interesantes. «Los jóvenes no pasan de la televisión si se les ofrecen contenidos que les interesen, y el debate electoral evidencia que les interesa el debate político”. Lo dice Borja Terán, periodista especializado en el medio. La franja de edad más atraída por el programa fue la de mayores de 64 años, según el informe de audiencias de Barlovento. Sin embargo, el siguiente grupo congregado fue el de los jóvenes de entre 13 y 24 años. “La gente joven no ha dejado de ver la televisión tradicional. El problema es que la televisión tradicional ha dejado de buscar a la gente joven, porque ha interpretado que un público más envejecido sostiene las audiencias”.

La crítica televisiva Mariola Cubells abre aún más el foco: “Es hora de cambiar la manera de llamar a las cosas. Televisión es todo y contenidos audiovisuales se consumen más que nunca, así que cuando acudimos al tópico de que los jóvenes han dejado de ver la tele, hablamos del soporte tradicional. Ven contenidos de televisión como nunca en la historia del audiovisual”. Y una muestra evidente de ello es que, cuando ese contenido se sirve en el canal lineal, y siempre y cuando les interese, los jóvenes acuden allí a verlo. Terán recuerda otro caso con la televisión pública de por medio: Operación Triunfo.

¿Por qué este dato es relevante? Porque en el imaginario general ya se ha instaurado la idea de que estas son las elecciones de los indecisos. Según el CIS, 4 de cada 10 españoles no sabe a quién votará (10 puntazos más que en 2016), pero si concretamos en la franja de menores de 24 años la indecisión se dispara hasta los 6 de cada 10. Si el segundo grupo de espectadores del debate en La1 fue el de los menores de 24 años, la conclusión es blanca y en botella: el debate electoral sirvió de mucho para los cuatro partidos. Lejos del tópico al que apuntaba Cubells, los jóvenes tuvieron su dosis de información con respecto a los principales interrogantes en la futura gestión pública. Si los presidenciables acertaron con dialéctica y escenografía, lo sabremos el próximo domingo antes de la medianoche.

Segundo logro (y principal): “Es un datazo”

Teresa Díez Recio, analista digital para distintas televisiones, apunta que “lo más relevante es el incremento de 3,5 millones de espectadores de un lunes a otro. El dato es altísimo y muestra un enorme interés por el debate, recuperando la televisión una importancia central. Estos datos ya se asemejarían a unas cifras que solo supera una final de Champions, pero si acudimos al impacto social, el dato es todavía más relevanteSuperar el medio millón de tuits, como confirma Kantar, asemeja la emisión a una final de Gran Hermano e incluso Eurovisión ”. El talent show más viejo de las televisiones europeas marca el pico de interacciones sociales con un programa de televisión y el debate electoral de este lunes lo ha superado.

Para entender los datos y su trascendencia cabe recordar que quien emitía era la televisión pública. Eso significa que la escenificación shakespiriana de Albert Rivera y su silencio —con sintonía de fondo— sonó exactamente igual a través de once cadenas públicas y privadas. Quizá por eso, el volumen de interacciones “es superior al de unos Premios Goya, pese a lo que genera por sí sola su alfombra roja. Y superior como he dicho a una final de Gran Hermano, que sigue siendo el rey de los realities, porque Supervivientes y otros no consiguen ni acercarse a sus cifras de impacto en redes”. Bien mirado, Xabier Fortes quiso aproximar el show desde la moderación a estos parámetros cuando dijo: «Les recuerdo que pueden faltarse al respeto educadamente». Quedó demostrado que no hacía falta.

“El 40% de ayer es un datazo. Para la pública, para la privada, para el directo, para el diferido… Ya lo quisieran para sí algunas plataformas”, concluye Cubells. Terán, que conviene en el éxito de la emisión, recuerda ahora el sentido de la lucha encarnizada por su posesión la semana pasada: “ Por eso era tan importante organizar el debatepara Televisión Española y Atresmedia, porque les pone en el mapa de un gran acontecimiento. Evidencia que la televisión lineal del futuro va a seguir siendo el motor del entretenimiento que nos acompaña”.

Tercera consideración: la realización retuvo audiencia

Terán desconfía de una comparación histórica de shares. Al fin y al cabo, como todos insisten en recordar, aun siendo el noveno debate, nunca antes el video on demand, la cantidad, variedad y cantidad de canales disponibles para consumir televisión (por donde sea) ha sido la actual. No es comparable 1993 con 2019, pero tampoco 2008 ni 2011. Dicho esto, la cuta “falsea algunas realidades. La diferencia entre este debate realizado en 2019 o en 1999 es que en aquel año hubiera tenido una cuota todavía más alta ”. No obstante, el dato es “altísimo”. ¿Por qué esta vez la televisión lineal logró congregar a tanta audiencia sin ser una final de Champions o Gran Hermano?

“La realización me encantó. Combinó todo el aprendizaje histórico de los debates televisivos con puntos de vista mucho más actuales. Los planos, la multipantalla, nos acercaban a la comunicación no verbal de los candidatos hasta dejarles en evidencia. Este tipo de juego visual, mucho más transversal en el lenguaje, atrapa a todo tipo de públicos”. Terán pone en valor una edición “muy viva, nada encorsetada. Fue un detalle crucial para que los espectadores se quedaran pese al debate, que fue muy previsible”. Con los discursos tan precocinados, sugiere, hubiera sido muy fácil que los espectadores se escaparan a los pocos minutos de haberse enchufado a la emisión.

Los expertos coinciden en que lo vivido anoche en La 1 muestra a la televisión en vivo como “el medio más poderoso”. Todavía. Al menos, por lo que se refiere a grandes acontecimientos y a hechos transversales. La prueba de que “la televisión en vivo y en directo no va a morir”. Para el recuerdo también queda uno de esos errores digitales propios de nuestro tiempo: al guionista y diseñador Fran Granada se le quedaron enganchados los subtítulos de Friends durante la emisión del debate. El resultado te fascinará.

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